Se amaban sin espejos
y a los gritos.
Escandalosamente desnudos
agitados
sudorosos
suburbanos.
Con las tripas y con la piel.
Con el viento en las caderas de ella
con un árbol en los hombros de el.
Se incendiaban como el día en sus extremos
y estaba bien.
En el único ámbito que está permitido ir a los extremos
jugar, reír y gemir al mismo tiempo
es en el amor.
Se extinguieron un febrero
y al kiosquero de la esquina
ahora le sobran litros de cerveza
y montañas de cajas de condones.
Por què?
ResponderEliminarese final insospechado?
Me gusta tu blog.
Un abrazo para ti.
mar
Uff¡¡ Pobrecillo el kiosquero de la esquina...
ResponderEliminarLo siento mucho.
Abrazo, Darío.
Me acabo de dar cuenta de que este blog no esta actualizado.
ResponderEliminarLo siento.